Mitos y Leyenda Wayuu

Leyenda de Waleker.

Origen de los Tejidos Wayuu.






LA LEYENDA DE WALEKER
1° Versión sobre EL ORIGEN DE LOS TEJIDOS


Cuentan nuestros ancestros, que un día de primera cuando los pájaros cantaron de alegría anunciando las primeras lluvias; cuando los suspiros florecieron y se llenaron de perfume los caminos, un joven salió de cacería por los montes del ISASHII, donde solo impera la soledad y el miedo: 

Aquel joven era un cazador valiente, como esos que llevan en el pulso la prueba de su valor y en el cuerpo las huellas de sus heridas.

Dicen los ancianos que, cuando aquél joven nació, una estrella se desprendió del cielo e iluminó la noche. Y los augures vaticinaron al recién nacido grandes sorpresa en su vida.

Aquella mañana el cazador hubiese adentrado lo bastante en el interior del monte cuando oyó de pronto, una vocecita suave que parecía brincar por los ramajes.

Al principio creyó que se trataba de un simple crujir de ramas a merced del viento. Y prosiguió su marcha.

Al rato, volvió a oír una risita entrecortada como la de un chiquilín a quien le hicieran cosquillas. Creyó el cazador que se trataba de un pajarito oculto entre las hojas. Y sin hacer caso reanudó su marcha.

Al dar un paso más, volvió a sentir la tierna vocecita. Esta vez aguzó el oído, contuvo la respiración, acomodó la flecha sobre el arco y esperó que se repitiera el extraño rumor.

Muchas cosas pensó el joven en aquel instante: Creyó que fuese una serpiente cazadora imitando las voces de su presa; creyó que fuesen las ramas del boscaje rosándose entre sí. Y hasta pensó que fuese un WANUULU en forma de pájaro que trataba de asustarlo.

Una mezcla de temor y curiosidad se apoderó del joven, quien bajo el temple de su coraje y la agudeza de sus sentidos avanzó poco a poco hacia el punto de donde salía la voz.

Cuál no sería su sorpresa, al ver una niñita echada al suelo jugando con las hormigas.

Aquella niña fea, barrigona y sucia, se entretenía haciendo puentecitos por donde iban y venían las inquitas hormiguitas. Se reía a carcajadas cuando las veía saludarse con toda cortesía por los caminitos que trillaban. O tras veces, con una ramita les hacía agujeritos en el suelo por dónde entraban y salían en ordenado afán. Y así, le repartía sabandijas y miguitas de PULAA que ellas acarreaban las cuevas.

Aquella criatura despertó tanta curiosidad en el joven que éste acercándose sigilosamente a ella por entre las matas. Quiso asustarla. Pero la niñita verlo no dio signos de mayor sorpresa.

-¿Qué chacéis aquí niña?

-No veis que estoy jugando con mis amigas. – Respondió.

El joven, entonces la abromó de preguntas:

-¿De dónde sois? ¿Con quién habéis venido a estos parajes? ¿Quiénes son vuestros padres? ¿Estáis extraviada?

La niña no hizo caso y siguió jugando con sus amiguitas. Ella decía:

-Siempre WOKOLOONAT, nuca trae nada. Mientras las demás trabajaban ella se queda en su galería haciéndose la tonta.

Esto era refiriéndose a una hormiguita cabezona que era muy perezosa.

E joven, sorprendido ante aquello que veía, creyó que estaba en un PULOI de extraños maleficios. Más cuando trató de huir, la niñita le dijo:

-No temáis, señor, que mis amiguitas no os harán daño, ellas son muy bondadosas y tan pronto caliente el sol se irán a sus casitas.

El joven respondió:

-No sé quién sois. Tan pronto creo que sois una criatura de verdad, como un WANULUU en forma humana.

-No. No soy WANULUU; soy tan humana como vos, y prueba de ello es que, si dudáis de mí, llevadme y dejadme donde os mejor parezca. Yo soy una triste huérfana que no tengo familia.

Mi madrecita la devoró un KALAIRA y mis hermanitas perecieron todos. Yo siento el temor de la soledad porque nadie se conduele de mí. Estas, mis amigas me acompañan en el día, mientras que en las no ches, el frio aliento de los bosques llenan de lágrimas mis ojos.

A la niña, se le agolparon las penas, y haciendo una mueca en el semblante prorrumpió a llorar amargamente, a la vez que restregaba su rostro con el dorso de sus manitas sucias.

El joven, del estupor pasó a la compasión, y después de oír las palabras de aquella deforme criatura un beso de ternura estampó en su corazón. Había encontrado una florecita, antes hija de azar, ahora hija de su alma. Y con tierna caricia de buen padre la consoló en el acto.

El joven la tomó de la mano, la levantó del suelo y lo llevó consigo a su vivienda.

Aquel joven tenía unas hermas orgullosas que jamás conocieron la ternura, nacidas tal vez, para nuca conocer la felicidad de madre; vientres estériles donde nunca cuajaron los frutos del amor, manos frías que no conocieron las caricias.

Cuando vieron a su hermano trayendo en sus brazos una criatura repugnante, dijeron:

-Esto es el colmo! Donde habrá encontrado nuestro hermano semejante monstruosidad. De seguro que cese engendro de fealdad nos lo ha traído para asustarnos. Merece que se las destripemos en su cabeza –dijo otra.

Y comenzaron a reírse haciéndole el ridículo a su hermano al verlo tan solícito con aquella criatura chata, cabezona, de ojos pelones, patoja, ventruda, lagañosa y fétida.

Cuando el joven llego les dijo:

-Hermanas, os traigo esta niña para que cuidéis de ella, le prodiguéis los cuidados que merecen a su edad. Y la consideréis como una hermanita más, como una sobrina, como una hija. 

Recordad nuestra infancia desvalida y sin amor, después de haber perdido a nuestra madre, crecimos, como crecen las plantitas que no se dejan ahogar entre tupidos bruscales y malezas. Un tanto es ella, criatura endeble que puede traernos gozos o desdichas; pero que siempre nos recuerda lo bien que nuestros padres pudieron hacer con nuestras v idas.

Ellas, escondiendo sus malvadas intenciones, simularon acatar las palabras de su hermano.

El joven dispensaba a la niñita los mayores cuidados: La bañaba, la peinaba, le daba de beber en su totuma, la acostaba en su chinchorro, la mecía y la dormía.

En los ratos de ocio, la consentía en todo sus antojos: La cargaba entre sus brazos, le plasmaba muñequitos de crea y de barro para que jugara. La arrullaba con canciones imprecisas, la acariciaba y le refería cuentos de un paraíso de sueños.

Jamás permitía que un asomo de tristeza afligiera su tierno corazón. Aquel joven era como un padre afectuoso a la niñita el nombre de WOKOLOONAT en recuerdo de su amiga, la hormiguita perezosa.

IRUNÚU (Estrella que cae), se llamaba el joven, así lo pusieron los augures por haber nacido la noche que una estrella se desprendió del cielo. 

IRUNÚU era el único varón, era el sostén de la casa, vivía con sus tres hermanas a quienes cuidaba y defendía.

Una mañana IRUNÚU se levantó temprano, se caló su JAPUKIITU´U (Muñequera), llenó de agua su tapara, tomó sus armas, y llamó a sus hermanas.

-Hermanas, hoy tengo que ausentarme todo el día, voy a remontarme lo bastante en el corazón del bosque, para ventear un venado que ayer se me escapó, regresaré por la tardecita… si tengo suerte.

-Aquí os dejo la niña a vuestro cuidado; procurad que no llore ni pase hambre; bañadla y mantenedla limpia; procurad que no sienta tristeza ni desgano.

-Así lo haremos hermano. –Respondieron ellas.

Aquella mañana IRUNÚU se fue de cacería antes de que la aurora se desparramara sobre los montes.

Tras la ausencia de IRUNÚU sobrevinieron las amarguras de WOKOLOONAT.

Las malvadas mujeres comenzaron a hospitalizarla de palabras de trato. Aquella mañana la hicieron levantar a sacudiones del chinchorro. Le espetaron en cara sus defectos, su origen, su horrible condición. La hicieron presa de sus mofas, le dieron la hiel de sus palabras y la insultaron de mil modos.

El chinchorro de IRUNÚU donde dormía la niña, lo despedazaron a jirones y lo quemaron; la totuma donde bebía, la rompieron y la botaron; todo por el asco que le tenían a la pobre niña.

La amenaza y el maltrato se siguieron de cerca.

Si lloraba; la obligaban a que callase, si no callaba; blandían el mandador para azotarla. De suerte que, la pobre criatura estaba a merced de aquellas energúmenas peor que las fieras de la selva.

Aquel día le dieron de comer las sobras las de una concha de icotea. Pasó la tarde, vino la noche; pero su protector no llegaba de sus largas incursiones.

Aquella noche WOKOLOONAT la hicieron dormir en las cenizas del fogón. Con los perros, con las pulgas, en el frío de la noche. Al día siguiente, llegó IRUNÚU con un venado a cuesta, y las hermanas muy contentas salieron a recibirlo.

Al dejar la presa, preguntó:

-¿Dónde está WOKOLOONAT?

-Jugando con las hormigas. –Respondieron ellas.

La niña, al oír la voz de su amado protector corrió hacia él, y llena de gozo se lanzó en sus brazos.

-Hija mía!!! -Exclamó.

La niña enternecida deshizo en llantos… Con sus lágrimas quiso lanzar una protesta y una acusación, porque no sabía defenderse de otro modo. IRUNÚU comprendió su arrebato pero no supo las razones que la impulsaban.

Del monte trájole un calumel de piedra y una flor de KANÁSPI que puso en sus muñeca.

Luego dirigiéndose a sus hermanas que lo miraba con desdén, les dijo:

-Hermanas, os hago un reproche: no cuidasteis de la niña, como yo os encomendé. Sucia, llorosa y hambrienta la encuentro. ¿Qué habéis hecho de mi niña? ¿Dónde está vuestro cariño, vuestro afecto de mujeres compasivas…?

-Hermano, cumplimos todo cuanto nos dijisteis, pero esa niña es una descuidada. Solo gusta revolcarse en el suelo y jugar con arena y con hormigas. Ayer rompió vuestra IITA con sus pies y de rabia no comió. Anoche ensució vuestro chinchorro de excrementos y a escondidas lo quemó, cuando nos levantamos, la encontramos durmiendo en las cenizas, la bañamos en el acto, le cambiamos el traje, y después se revolcó en la arena mofándose de nosotras. Volvemos a deciros, que es incorregible.

IRUNÚU aceptando las razones de sus hermanas volvióse donde WOKOLOONAT, y con gestos cariñosos le dijo: 

-Hija mía, ¿Por qué lo habéis hecho? Portaos bien con vuestras tías.

WOKOLOONAT no sabía que decir se le atoró la voz en la garganta y su corazoncito se nubló de llanto y de lágrimas se inundaron sus ojitos.

Al otro día, el joven se fue como de costumbre a sus lejanas cacerías; no sin antes haber encomendado a sus hermanas el cuidado de WOKOLOONAT.

Tan pronto se alejó IRUNÚU las malvadas mujeres descargan sobre la niña sus peores crueldades. Jugaron con ella, como juega una fiera con su víctima indefensa. Le hicieron mil maldades: le pincharon las manitas con punzones encendidos, le hicieron oler sus excrementos; con un cordel atado en los pies, la levantaron en peso hasta la altura de la enramada para que se balanceara de cabeza y vomitara.

Aquellas mujeres despiadadas reían haciendo sufrir a la niña. Cuando le suspendieron el suplicio tenía los pies hinchados y lloraba amargamente.

Aquel día no le dieron comida sino hueso para que royera, y el lavado de las ollas para que bebiera.

Cuando llegó la noche la hicieron acostar en una choza alejada del resto de la vivienda, para que WANULUU le oprimiera la garganta y los duendes de la noche se la llevaran.

Cuando la niña quedó sola, recordó a su amado protector. Sus gestos, su bondad, su dulzura de padre, siguió con el pensamiento todos sus pasos; evocó su triste condición de no tener un chinchorro en que dormir, ni manta que vestir ni faja que lucir.

Ella conversaba con sí misma. Las mujeres dormían. Cuando…Llegó el conticinio. Al verse sola, WOKOLOONAT cambió su forma de niña fea; y se convirtió en una doncella hermosísima que iluminó la noche con el fulgor de sus ojos.

Su belleza era incomparable, ya no era la niña repugnante que infundía miedo; si no la MAJAYÜT de mágicos embrujos. Solo la noche conocía el secreto de aquella transformación, de aquella flor salvaje que nació bajo sus sombras por obra de un prodigio.

La muchacha, imponente y hermosa se levantó, y miró a su alrededor como quien teme ser vista al desnudarse; pero todo estaba tranquilo, nada se movía… El silencio dominaba la noche.

La doncella llevóse los dedos a la boca y sacó del cerco de sus dientes un hilo tan fino y tan centelleante que parecía una hebra de luz. Con aquel hilo trazó la vaporosa urdimbre y con hábiles manos comenzó a enhebrar las tramas de su tejido.

WOKOLOONAT era una hábil tejedora hasta entonces desconocida. Para ella no había secretos en el arte de tejer, porque todos lo conocía. Sabia combinar los colores maravillosos con que se visten las mariposas; porque así aprendió de ATIA, la que tejió el arcoíris sobre los cielos y el cinturón de KA´I sobre la aurora. Sabia imitar los matrices de las flores; porque así SE lo enseñó KANASPI. Sabía tejer encajes primorosos como los que teje el mar con sus espumas.

Tal era el prodigio de WOKOLOONAT, que ahora tejía un chinchorro para IRUNÚU. La muchacha terminó su obra en la madrugada antes que los animales despertaran y el lucero matinal se levantara. Había tejido un chinchorro de bellísimos colores que asemejaba al plumaje de las WA´AMAYAS. Rápidamente lo dobló, y lo tendió afuera sobre un horcón de la enramada, donde las malvadas mujeres roncaban su pesado sueño.

En el tiempo que demora un pestañar de ojos, el prodigio de la beldad se diluyó en las sombras; y la doncella volvió a su primitiva forma de niña repulsiva y fea. 

El día amaneció radiante, pero a medida que avanzaba se tornaba pesado y bochornoso.

Las mujeres sorprendidas de ver aquel tejido tan extraño, con visos de serpientes enrolladas, no se atrevieron tocarlo por temor que fuese un WANULUU. Pero la curiosidad venció al temor.

Examinaron la simetría del tejido, la disposición de los hilos, sus colores, su hechura, su dimensión exacta. Todo era perfecto, no había duda, aquella preciosidad era obra de una hábil tejedora, y no de malos espíritus como creyeron antes. 

Pensaron que fuese de algún caminante nocturno que de paso lo dejó olvidada.

Buscaron huellas en los senderos, pero nada vieron.

Fueron a la pieza donde dormía WOKOLOONAT para ver si el WANE´ETUNAY, el destripador de niños lo había cambiado por aquel chinchorro. Pero la encontraron dormida todavía. Ninguna suposición les aclaró el enigma.

Aquel día llegó IRUNÚU con varios conejos y perdices colgados de la cintura.

Después de entregar a las hermanas la humilde presa, llamó a WOKOLOONAT.

La acarició como de costumbre; pero esta vez, a más de la mugre que la cubría y la hacía heder el cuerpo, notó que había enflaquecido, que sus pies estaban hinchados y sus manitas avejigadas.

Sorprendido preguntó a sus hermanas con dureza: 

-¿A qué viene a que mi niña tenga los pies hincados, las manos avejigadas y el cuerpo enflaquecido? ¿No la bañastéis, no le distéis de comer? ¿La habéis torturado acaso? Piojosa, enflaquecida, mugrienta, la encuentro como siempre.

Ellas, para atenuar el tono de las preguntas, respondieron:

-La cuidamos con esmero, hermano. Ayer mientras fuimos a buscar la leña, la picaron los ciempiés; por eso tiene los pies hinchados. Jugando, tropezó con las topias del fogón y se quemó con las brasas encendidas; por eso tiene las manos avejigadas. La véis flaca porque detesta la comida; solo gusta roer huesos y lamer el fondo de los calderos. Limpiamos su cabeza de piojos y de liendres, y luego la bañamos. Pero después sin darnos cuenta, comenzó a jugar con excrementos.

IRUNÚU convencido ante aquellas mentiras bien tramadas, se entristeció, al pensar que su niña era irremediablemente boba.

La niña volvió a llorar sus amarguras y se fue a consolar con las hormigas. 

Complacidas las malvadas, por la buena aceptación de sus mentiras, dijeron a IRUNÚU, mostrando la joya aparecida.

-Hermano, ayer tejimos para vos éste chinchorro, como prueba del afecto que os tenemos. Toda la noche trabajamos para tenerlo listo y podáis descansar en él, después de vuestras largas caminatas.

Así hablaron las impostoras haciendo creer que ellas habían tejido aquel chinchorro.

IRUNÚU, admirado ante aquel regalo sorpresivo, alabó el talento de sus hermanas, la fineza de sus manos, el buen gusto de su arte, y sobre todo su desprendimiento de tan bella prenda.

El joven tomó el presente, y para que no se ajara, lo guardó en su capotera; para usarlo en momentos oportunos: De un viaje, de una fiesta, de un encuentro.

Aquella misma tarde, el joven incansable se fue de cacería, después de encomendar con sus hermanas la suerte de WOKOLOONAT.

Cuando ya la noche se acercaba, las perversas mujeres se dijeron:

-No se nos tranquilizará el ánimo hasta no ver con nuestros ojos quien hizo ese chinchorro, quien lo trajo y cómo vino. Esta noche velaremos juntas.

-Yo mascaré MANIIA para no dormir –dijo una.

-Yo utilizaré un punzón bien caliente, para pinchar la que ese duerma –dijo otra.

-Yo atizaré el fuego para darnos lumbre -dijo la tercera. 

-No, -repuso la que primero habló

-La lumbre ahuyentará las cosas y no podremos ver nada a sus reflejos. Es preciso estar en silencio y en completa oscuridad.

WOKOLOONAT oía con aflicción el comentario de las malvadas, quienes tramaban un plan para sorprenderla aquella noche.

Ellas no sabían que WOKOLOONAT se transfiguraba en doncella para tejer, ni siquiera remotamente lo pensaban.

Pero aquella niña grotesca, horriblemente repulsiva tenía necesariamente que transformarse todas las noches para elaborar los tejidos que sabía.

Cuando las formas de las cosas desaparecieron en las sombras, las mujeres se juntaron a velar. A WOLOKOONAT la mandaron a dormir temprano.

La noche avanzaba, el momento de transformarse en doncella se acercaba.

Las mujeres echadas en el suelo permanecían despiertas; de pronto dijeron en voz baja para que nos las oyera el YOLUJÁA. 

-Colguemos el chinchorro cuyo misterio queremos descubrir para darnos unas mecidas en él, y disfrutar de su dulce tentación.

Cuando las tres mujeres se acostaron, un profundo sopor las envolvió y quedaron como muertas en el acto.

Aquel chinchorro maravilloso tenía la virtud de los sueños enervantes. El que se acostara en él durante el día, se tornaba vicioso y holgazán; y el que lo hacía en la noche, dormía profundamente un sueño letífero como el que duermen los muertos en sus huecos.

El sueño venenoso de aquel chinchorro sólo duraba hasta el amanecer, porque en el día debilitaba las fuerzas y mataba el ánimo.

Aquella noche, la doncella, llamada WALEKER, imitó los colores conque los genios tejieron los paisajes. Los mantos que tejen los inviernos sobre las llanuras; las enredaderas que se entretejen sobre los árboles; el pabellón de las neblinas que cubren la cuesta azul de los montes; las blancuras de las nubes que afloran en la lontananza y la armonía de los crepúsculos vespertinos.

Aquella gama de colores maravillosos los combinó la doncella en una noche, para dar variedad a sus tejidos.

Hizo una manta color cielo con encajes de filigrana (AANALÁA). Una ruana de felpa, un SHE´BE en listado de tintes espectrales. Una faja ancha de KANÁS de diferentes tonos y decorada con líneas zizagueantes (SI´IRA). Un amplio cinturón de figuras geométricas, armoniosamente acabadas en borlas multicolores. (ATULUUSHI SUMA SALIÜU). Un lienzo satinado llamado AICHÉE (Guayucos). Una bolsita rojinegra terminada en borla unicolor, ara usarla como bolsillo en la parte lateral del muslo (WO´OLÚ). Un pañolón, un gorro a manera de bonete con topes de MOLONO. Un TOLOOMA profuso.

Así tejió la doncella toda la indumentaria de IRUNÚU sin que sus espías, las malvadas, se dieran cuenta.

Al llegar la madrugada, colocó sus tejidos donde siempre, y volvió a tomar su apariencia de niña fea. 

A la mañana siguiente, cuando las mujeres despertaron de su profundo sueño, no podían contener su asombro ante las maravillas que veían. No sabían si estaban soñando todavía, o aquella obra de encantamiento era tentación maligna. Pero lo cierto fue, que aceptaron con beneplácito aquellas prendas de vestir.

Ellas decían:

-No podemos saber cómo pudo ocurrir todo esto sin darnos cuenta. Todo fue culpa del sueño que nubló nuestros ojos. Pero no importa, la próxima noche volveremos a velar para descubrir el misterio.

-Siempre diremos a nuestro hermano que todas estas prendas las tejimos para él, y se llenará de gozo.

Examinaban las piezas, mientras iban relatando los sueños desconcertantes que habían tenido.

-Soñé que había ido a JEPIRA, caminando sobre una vara tendida a través del mar agitado. Cuando llegué, los espíritus reconocieron en mi olor que yo había profanado sus demonios sin antes haber pasado por la muerte; luego e encerraron en una cueva para que no envenenara con mi hedor los antros del JEPIRA.

La otra dijo:

-Soñé que estaba en medio de un rebaño de animales flacos, que pastaban su miseria sobre un campo yermo. Luego sentí sed, y para no morir bebí la sangre de aquellos animales.

-Yo, -Dijo la tercera- volaba y volaba en las tinieblas cuando una luz me encegueció los ojos.

-¿Qué significa nuestros sueños?

-Prosperidad!! Larga vida! –Prorrumpieron ellas.

Prontamente hicieron levantar a WOKOLOONAT para que fuera bañarse en los pozones antes que llegara IRUNÚU.

Otro motivo para sus juegos inocentes fue el agua de las lluvias retenida en los caminos, encharcada en los pozones.

WOKOLOONAT, las aguas empozadas le brindaban otro mundo de constante diversión: colémbolas, guasarapas, libélulas, renacuajos, etc. 

La extensión de arriba se reflejaba en el fondo de las aguas como un abismo azulado; como un pedazo del cielo en el fondo de un espejo.

El contorno de las nubes y los arbolitos de la orilla miraban silueta en aquel espejo de linfas cristalinas.

Para WOKOLOONAT no habías más realidad que las fantasías que se dibujaban en sus ojos. 

Apostada en la orilla no atrevía a mirarse en el agua, por temor a caer en aquel abismo sin fondo que tenía ante sus ojos a pesar que la hondura de aquel charco no pasaba del tobillo. Comenzó a lanzar piedrecitas para romper la tranquila superficie y extasiarse en la contemplación de sus ondas circulares, que después de agarrarse más y más volvían a morir en el reposo.

Así distraída, la encontró IRUNÚU.

-¿Qué hacéis aquí, mi niñita cara sucia? ¿Por qué habéis venido a jugar tan lejos de nuestra casa?

La niña no respondió. Solo inclinó su cabecita y comenzó a jugar con las hierbas así como juegan los insectos con las briznas. Seguidamente la bañó, y limpia la llevó consigo de regreso al rancho. 

Llegado que hubo, fue recibido por sus tres hermanas. Al verlo se pusieron muy contentas, y dijeron:

-He aquí la nueva indumentaria que tejimos para vos hermano. Son trajes que merece lucir un hombre rico. He aquí vuestra manta color de añil, la ruana, el HE´BE, el AICHÉE, el cinturón, el bonete, el TOLOOMA y demás cosas. Sois el hombre más afortunado de cuantos hay; por tener hermanas laboriosas. Ninguna mujer hará lo que nosotras hacemos para vos. IRUNÚU aceptó complacido aquellos regalos sorprendentes, después de un titubeo en la cual creyó que aún estaba soñando. Pero todo pasó cuando se midió los trajes que lo hacían el más imponente de los hombres. 

Agradeció a sus hermanas los regalos, pero no del todo convencido. Esta vez no tuvo para ellas palabras de gratificación,; porque la duda se le interpuso con todo su influjo de interrogantes.

No podía comprender que sus hermanas que en tan poco tiempo pudiesen aprender un arte tan difícil y desconocido. Además, ellas eran despreocupadas e indolentes por naturaleza. 

IRUNÚU sospechaba de sus hermanas porque las conocía a fondo. Siendo ellas torpes, sin aptitudes para nada, mal podrían presentarse de la noche a la mañana como excelentes tejedoras. 

-¿Cómo pueden mis hermanas hacer un tejido sin HUSO, sin telar, sin algodón, sin hilos y sin agujas? No veo en este rancho instrumentos de tejer.

-¿Cómo pueden trabajar de noche sin que el sueño las agote? ¿Cómo pueden tejer sin lumbre, sin claridad de luna? ¿Cómo pueden saber un arte sin norma, sin principio ni destreza? No, comprendo, mis hermanas; o son un prodigio, o unas impostoras que pretenden engañarme. Esta tarde no iré a mi acostumbrada cacería. Simularé mi partida, y me esconderé en el monte hasta que llegue la noche. Tengo que saber cuál es el misterio que las anima, cual es el afán que las impulsa.

Así decía IRUNÚU mientras se mecía en un chinchorro con sus pensamientos.

Entre tanto, cada una de las tres mujeres cavilaba para dar con el secreto de los tejidos que supuestamente habían elaborado.

Pensaron en lo más descabellado, en lo más absurdo, en lo más inverosímil.

-Tengo un plan que no me falla – Dijo una. 

-Esta noche me acostaré con un brazo tendido fuera del chinchorro, ataré de mi muñeca una piedra que sostendré en i mano, y tan pronto empiece a dormitar la piedra caerá y yo sobresaltada despertaré.

-Buena idea –Respondieron las otras.

La otra dijo: 

-Mi plan es el siguiente: Yo me acostaré con el talón izquierdo puesto sobre el dedo gordo de mi pie derecho: Tan pronto sienta venir el sueño, mi pie izquierdo caerá, y yo sobresaltada despertaré en el acto.

-Perfecta idea –Respondieron sus hermanas.

La tercera dijo:

-Yo estaré sentada todo el tiempo. Ataré mis cabellos con un cordel desde una vara de la enramada; tan pronto empiece a cabecear despertaré con el brusco jalonazo que me dé. 

-Es perfecto el plan –Respondieron todas.

Aquel día tuvieron una visita pasajera en la persona de UYÁALIWA, el PIACHE más famoso de aquel tiempo.

UYÁALIWA era un anciano que tenía los ojos tan chiquitos que parecían dos pulguitas; por esta razón siempre andaba cabizbajo. Y tal vez, avergonzado de su defecto no miraba de frente para mostrar sus ojitos de pulga; pero aún con todo eso era bastante escrupuloso y no permitía que nadie se burlara de él, ya que se creía de buena catadura.

UYÁALIWA, llamado también AUTSHI, que significa curandero, era un personaje de cuyo cuerpo emanaba un efluvio penetrante y encantador. Ese olor le provenía porque gustaba alimentarse de las flores más fragantes, las hojas tiernas y la miel silvestre. 

Cuando el anciano llegó, conversó con IRUNÚU de todo cuanto había visto y oído en su camino.

Conversaron sobre LAS COSAS QUE SE DICEN, el ciclo de las lluvias, el curso de la luna, la trayectoria de las constelaciones, el hambre, la cacería y todos los temas que pueda caber en la vida de un anciano.

A medida que hablaba, el viejo sacaba de su morral un puñado de flores perfumadas, se lo echaba en la boca y los comía con deleite.

Entonces IRUNÚU, movido por la curiosidad ante aquella rara costumbre que veía, le preguntó al anciano:

-¿Por qué coméis flores, abuelo?

-Es mi comida predilecta, hijo mío. Acostumbro comerlas cuando hago largas jornadas para espantar el sueño y la fatiga. Estas flores no dan sueño a quién las coma, y como ahora vengo de lejos y voy hacia muy lejos, las llevo en mi morral como una provisión. 

Esa fue la respuesta del anciano a la indiscreta pregunta de IRUNÚU, quien no volvió a insistir en el asunto. Pero sus hermanas, que estaban escuchando la conversación, pidieron un poco de flores al anciano para probar sus efectos. Mas él, no se hizo rogar y, a cada le dio un puñado de flores, que guardaron cuidadosamente para el plan que tenían preparado. Caída la tarde, el anciano se despidió y continuó su marcha. 

IRUNÚU entonces, llamó a sus hermanas y les dijo:

-Hermanas, voy a retirarme lejos esta noche. Los consejos de ese anciano que visteis son acertadísimos. Ha dicho que la primavera va de paso y se aproxima el estío. Si es así, los animales se han ido espantados presintiendo la sequía; ya los montes se niegan a darnos de comer, por eso tengo que remontarme hasta donde esté lloviendo, para ver si consigo lo necesario para comer. Entretanto continuad vosotras dedicadas al tejido y a la recolección de los frutos. Es tiempo que saquéis provecho de vuestro arte, yo volveré dentro de dos días. Y continuó diciendo:

No olvidéis los cuidados que merecen a WKOLOONAT: Cuidadla, que cuando sea grande estará a nuestro lado cuidándonos también. Queredla, no la tratéis con severidad. El corazón de los niños es frágil como la policromía de las mariposas. Ellos merecen amor y ternura. Si eso les falta, sus corazones se marchitan y sus ojos se llenan de lágrimas. Las lágrimas producen amargura, y las amarguras dolor; el dolor engendra odio y remordimiento para quienes no supieron cuidar su infancia.

Esto dijo IRUNÚ U a sus hermanas, fingiendo ir más allá de los sitios que siempre frecuentaba.

Cuando IRUNÚU se marchó, sus tres hermas se mofaron de sus palabras, remedaron sus gestos y su voz, se desternillaron de risas y…

-Lo que nuestro hermano espera de esa cara boñinga, es que sea señorita para hacerla su mujer. No es otra cosa las caricias que le da y las ternezas que le prodiga. Ahora quiere que se la cuidemos. Sin duda; nuestro hermano está loco. Mientras esto decían, las insolentes mujeres ponían sus traseras en la cara de la niña, para hacerla oler sus cuescos. 

-Cuando seáis señorita, esto le daréis a nuestro hermano, un cuesco en sus narices para que se asfixie, mientras vos te vais de alboroto con otros machos.

Tales fueron las palabras insultantes que la endilgaron a WOKOLOONAT antes que llegara la noche.

La luna chiquitica, sin brillo todavía apareció en la tarde, y poco a poco tras una sonrisa se ocultó en la noche. La noche no la enteramente callada el silencio de las tumbas. 

Se crearon los insectos, las aves y demás animales para que amenizaran con sus voces la quietud de sus sombras. 

WOKOLOONAT, también formaba parte de esa maravilla nocturnal.

Aquella noche hicieron que la niña boba se acostara temprano, la “cara de boñinga” como le decían las perversas mujeres.

Ellas por su parte, colgaron afuera sus chinchorros y se acostaron bajo la enramada.

La mayor de ellas, dijo entonces:

-Es mejor desistir en nuestros planes anteriores, y valernos de las flores que nos regaló el viejo UYAALIWA. Esas flores tienen la virtud del insomnio, y con ello permaneceremos despiertas toda la noche. Esta vez, el misterio de los tejidos no escapará a nuestra vista.

-Así es. –Afirmaron las otras.

-Seguramente sacaron las flores que habían guardado en sus camuros; pero,… Aquellas flores eran tan olorosas, tan ricamente perfumadas, que antes de comerlas quisieron saciarse de sus aromas oliéndolas un rato. Aquel perfume embriagador les produjo una sed insaciablemente deliciosa. Se sintieron como transportadas. La fragancia sutil que despedían, las envolvió en un extraño éxtasis, en una dulce sensación de placer que no podían contener. Sintieron la fruición de su ardiente naturaleza en todo el cuerpo; estaban como hechizadas de voluptuosidad: se reían, se pellizcaban y se acariciaban ansiosas.

Sus deseos, largamente dormidos en la fría inhibición, despertaron de sus sueños; y creyéndose cada una un hombre frente a una mujer, comenzaron a abrazarse, besarse y acariciarse impúdicamente.

Aquellas flores no eran realmente odoríferas, sino hediondas adormideras cuya esencia afrodisiaca hacían cometer los más feos actos de lujuria.

El zumo de aquellas flores, les pareció más dulce que el almíbar. Y… Cuando las hubieron devorado, les sobrevino una especie de locura desenfrenada, que las ensayó contra sí mismas. Se retorcieron furiosas y se mordieron como serpientes venenosas… Y… Así se fueron aletargando hasta que ya exhaustas y borrachas cayeron en un profundo sueño.

La noche se hacía cada vez más densa y más pesada. 

IRUNÚU había escuchado desordenadas voces desde su escondite, había oído confusas algazaras, pero no se imaginaba que pudieran ser sus hermanas en tremenda borrachera.

Al fin se llegó hasta ellas y las encontró dormidas. Roncando como si hubieran estado en libaciones. Nada sospechó IRUNÚU sobre el caso, creyó simplemente que dormían de costumbre.

Luego se sentó en un tronco, satisfecho de haber comprobado que sus hermanas no hacían más que dormir en vez de tejer.

De pronto, un tenue resplandor se vio en el rancho donde dormía WOKOLOONAT, algo así como una luz opacamente desolada entre las sombras. IRUNÚU se estremeció al momento y sintió miedo en su corazón. Mas, para un cazador acostumbrado a los peligros aquello era muy poco. 

Tomo su cuchillo y, lentamente en puntilla de pies se acercó hasta el aposento de WOKOLOONAT. Tal calma presagiaba una tormenta; solamente los grillos taladraban la noche con su larga chilladera, el cielo borracoso y sin estrellas hacían más tétrico el ambiente. Al final se acercó… Miró por una hendija, pero el interior del rancho estaba como el plumaje de los zamuros, negro como el tizne de los calderos. IRUNÚU sudaba frío, porque temía enfrentarse a WANULUU. El más leve movimiento le asaltaba, el martirio de la incertidumbre le mantenía en suspenso. 

Después de un rato breve, sintió un suspiro como de alguien que despierta y se incorpora. Pensó que fuese WOKOLOONAT, pero… ¿A que podía levantarse a esa hora? 

Poco a poco del fondo de las sombras fue emergiendo una figura blanquecina como la de una fantasma. Aquella figura vaporosa fue iluminando el recinto hasta que todo quedo completamente claro.

Cuál no sería la sorpresa de IRUNÚU al ver a WOKOLOONAT transformada en una doncella hermosísima, resplandeciente como las auroras que preceden los amaneceres.

IRUNÚU se papó la frente como queriendo despertar de un sueño. Se restregó los ojos como queriendo apartar una visión, pero todo fue en vano. Estaba frente a la maravillosa realidad de un prodigio. 

La doncella miró a su alrededor como siempre lo hacía antes de tejer.

Sus ojos brillaban como dos luceros. Eran bellos, como dos paraparas encendidas sobre el fondo de una blanca nube. Su cabellera undosa caía sobre su espalda como una cascada de azabache. Sus labios purpurinos, su tez de leche y sus vestiduras blancas le daban un aspecto imponente.

Por fin, después de lanzar su escrutadora mirada, escupió en sus manos, y de aquella saliva hizo innumerables ovillos de seda como las que tejió una hamaca (JAMÁ), un chaleco (SPÜNA), una mochila profundamente dibujada (SUSU), un pañolón (EKIAALÜJAA), una amplia mantola (SHE´I), un pellón de caballería. 

Así tejió la doncella con hábil maestría los más hermosos encajes, los más finos bordados, los más preciosos caireles, los más variados tejidos hasta entonces desconocidos por los wayuu.

Ella sabía que IRUNÚU la estaba asechando, aunque él se creyese muy oculto a su mirada.

Luego sucedió lo inesperado: Una dulce vos acarició su corazón.

-IRUNÚU, amado mío. ¿Por qué estáis escondido mirándome por la hendija, atisbado los secretos de mí intimidad? Venid! Entrad… Quiero mostraros el misterio que encierra mi existencia.

IRUNÚU, entró en el aposento. 

Después de un silencio breve, la Majayura dijo:

-Ya no soy WOKOLOONAT sino WALEKER, la hija de la noche y la soledad. Participo de mi noble naturaleza para enseñar en vuestro orden el arte de mis predecesoras aquellos que tejieron para los genios: ATÍA, MAAWÜI, KANÁSPI, SE´ESE. Loa WAYUU no saben tejer, y yo he venido a enseñarlos. Creí que vuestras hermanas pudiesen aprender mi arte, pero no han querido porque son soberbias, indolentes y perversas. Antes creí encontrar en vuestro hogar la paz y la armonía; pero solo encontré odio, maldad y sufrimiento. Hubiera preferido huir sin heredar mi arte si no me hubiese prendido de vuestra bondad. Fuera la eterna niña, columpiando en el ramaje de los arboles al amparo de mi madre, si el destino no me hubiese puesto en el camino de vuestra suerte. Ambos nos compadecimos aquella vez; me disteis vuestra bondad y vuestro cuidado, y yo os di mi gratitud. Fui la hija que en los brazos del padre llegó al hogar de las hermanas torpes que tuvieron miedo de mi fealdad. 

A IRUNÚU se le extravió la voz en la garganta, y no supo responder. Ardía su corazón ante aquel reproche, sintió remordimiento sin ser culpable. 

Ahora se percataba de la conducta de sus hermanas y sentía vergüenza de sí mismo pero ante aquella beldad nada podía ser duradero, seguidamente renació el amor, un amor distinto al que al que brindaba siendo WOKOLOONAT. Ahora sentía por aquella doncella un deseo de posesión que lo turbaba. Quiso tocar a la muchacha y suplicarle que no cambiara de forma, que no volviera su estado de niña repugnante; que fuera eternamente bella, eternamente joven. Pero ella lo esquivó y no quiso que lo tocara.

-Aguardad, IRUNÚU, que faltan nuevas sorpresas todavía. Ahora quiero que os retiréis de mi presencia, porque ya se acerca la madrugada y no quiero que vuestras hermanas nos sorprendan conversando. Pero… antes quiero una cosa: No reveléis a nadie el secreto de mi vida, ni mencionéis mi nombre, ni habléis de las maravillas que habéis visto; si lo hacéis, me perderéis para siempre. En cambio, si acatáis fielmente mis consejos tendréis la recompensa: seré tuya. – Así dijo la gentil doncella.

-Cuidaos de aquel chinchorro acogedor que hice para vos, usadlo solamente para dormir en la noche; pero no permanezcáis en él por mucho tiempo, porque os volveréis vicioso, corrompido y holgazán. Tened en cuenta que el chinchorro es el mejor amigo de la ociosidad y el peor enemigo del trabajo. Os repito, cuidaos de la menor indiscreción. 

IRUNÚU se fue pensativo y maravillado. La imagen de la doncella lo atormentaba. Al día siguiente, las malvadas mujeres se levantaron desvanecidas y aporreadas. No encontraron asidero a sus torpes movimientos.

-¿Qué nos pasó a noche?, -Preguntaron.

¿Por qué tenemos el aliento fétido y aguardientoso?

-La culpa del vejete que nos engañó con sus flores malolientes. Ahora nos hiede la boca a orines de mapurite. 

Cuando el sol comenzó a calentar, venía IRUNÚU con varias piezas de acería, y sus hermanas llenas de efusión salieron a recibirlo; pero no le hablaron de cerca por temor a la hedentina de sus bocas. 

IRUNÚU recordaba la visión que había tenido aquella noche. La tristeza lo embargaba porque estaba enamorado de una beldad insospechada. Su semblante decaía y sus facciones se mostraban ásperas. 

Una de las hermanas al verlo tan afligido se le acerco entonces:

-¿A qué esa palidez, hermano mío? ¿Estás enfermo acaso?

-No, hermana. Tengo un veneno en el corazón. Creo que WANULUU me hirió a noche con su flecha, y hoy me hace padecer grandes dolores. Una gran visión me ensombrece el alma.

-Llamaremos al OUTSHI para que adivine vuestros males.

-Replicó la hermana.

Entonces IRUNÚU con un gesto de repugnancia, preguntó a la hermana. 

-¿Por qué tenéis el aliento insoportable? Un hedor de mortecina y excremento despide vuestra boca cuando habláis. Apartaos de mí, vuestro cuerpo hiede a sudor quemado. Habéis tomado aguardiente.

A poco llegaron las otras, con los presentes que supuestamente habían te3jido aquella noche.

IRUNÚU al verlas se le inyectaron los ojos de indignación, y se tapó las narices para no percibir el olor de las hermanas.

-Impostoras! Todavía os parece poco vuestras mentiras, haciéndome creer que estáis tocadas por un prodigio. A noche descubrí toda vuestra falsedad. Largaos! De aquí, estáis hediondas a chinche. 

Las mujeres salieron a bañarse y a enjuagarse la boca. Pero jamás se les quitó el hedor.

En aquellos momentos una comitiva de varios hombres, llegaron a su rancho. Venían de muy lejos a dar la infausta noticia de la muerte de un personaje famoso de aquellos tiempos.

-Amigo IRUNÚU, -Dijeron los recién llegados, -Venimos a invitaros para que nos acompañéis en vuestro duelo, ayer murió nuestro amado padre, y las exequias tendrán lugar durante dos noches consecutivas. Vamos a rendir el último tributo a nuestro deudo, por eso hemos venido a vos.

IRUNÚU, no se hizo esperar; tan pronto aceptó la invitación se caló sus mejores trajes.

Aquella vestimenta deslumbró a sus amigos, quienes jamás habían visto tanta maravilla en el cuerpo de un personaje. Sus amigos estaban embelesados ante aquel vestuario esplendoroso.

IRUNÚU, tomó su ruana, su faja, su manta, su cobija, su chinchorro, su tolooma y sin decir nada partió con sus amigos.

Se había olvidado de WOKOLOONAT, ahora pensaba en la doncella WALEKER como si en aquel tiempo momento ambas fuesen de distinta naturaleza.

Sus hermanas no pudieron curarse del mal aliento y del sudor a chiche que transpiraban.

Y decían ellas.

-Es raro que nuestro hermano se haya olvidado de su cara de Boñinga. La obcecación lo tiene maltrecho y una rara enfermedad lo agobia. No le perdonaremos el insulto que nos dio. Se cree tan necesario que sin él, no podremos subsistir, pero se equivoca, lo venceremos. 

En efecto, aquellas diabólicas mujeres pensaron envenenar a su hermano y después huir.

En cuanto a WOKOLOONAT, pensaron enterrarla viva para que los bachacos la devoraran. Pero esa noche tenían que descubrir el enigma de los tejidos.

Maquinando planes, encontraron por fin, la idea definitiva y contundente.

Una de las más astutas, dijo entonces: 

-Se me ocurre un plan que no fallará. Esta noche contrataremos los servicios de la vieja TOOL. La que todo lo ve, la que siempre vela. TOOL no sabe dormir porque su oficio es desmotar algodón durante la noche.

Aquella tarde las mujeres fueron donde la anciana, y le dijeron:

-Hemos venido para que nos acompañéis en esta noche. Nuestro hermano se halla ausente y tenemos miedo de dormir solas.

Estas noches algo extraño ronda nuestra casa y tememos que sean los YOLUJAA. Llevad consigo vuestro huso y todo algodón que podáis hilar. Agradeceremos altamente vuestra compañía, abuelita.

La vieja se fue con ellas.

Y cuando llegaron, dijeron a ésta:

-Abuela, si esta noche cuando ya estemos dormidas alguien llega nuestro lado, despertadnos prontamente. Que grandes recompensas os daremos por tal servicio.

La vieja desde temprano se puso a desmotar y hacer madejas de algodón. Cuando llegó la hora crepuscular, improvisó un canto lastimero y monótono, contenta porque ya la noche ya se acercaba.

A media noche, WOKOLOONAT, convertida en señorita comenzó su acostumbrada tarea. Cuando estaba ya en pleno trabajo, la bella sintió en su cuerpo un cosquilleo que la enfadaba, como si alguien la estuviera observando.

Efectivamente, la vieja se acercó, y cuando trató de mirar en el interior del rancho, sus ojos se abrieron desmesuradamente de asombro, al ver aquella bañada de luz y de hermosura.

Rápidamente, de varios sacudiones despertó a las mujeres para que vieran aquel espectáculo impresionante. 

Las mujeres se levantaron sobresaltadas y corrieron con la vieja hasta el aposento de WOKOLOONAT.

La vieja TOOL trató de cerrar sus ojos desorbitados, pero no pudo; trató de pestañar pero no tenía párpados ni pestañas. 

Desesperada huyó del lugar gritando TO´U, TO´U, TO´U. A medida que corría agitaba sus brazos como queriendo volar en la oscuridad de la noche. Se le llenó de plumas el cuerpo, las uñas se le volvieron garras y su rostro quedó deformado.

Desde entonces la vieja quedo transformada en lechuza y condenado a rondar las noches. El canto de la lechuza es el grito de la vieja lamentando sus ojos.

Poco a poco sus apariencias fueron cambiando y adquiriendo horripilante forma. Sus voces estridentes se volvieron chillidos imperceptibles sus mantas fueron tomando formas de membranas que les cubrieron el cuerpo, y en aquel instante quedaron transformados en murciélagos asquerosos que revoloteaban en la oscuridad.

De esta manera quedaron castigas de las hermanas de IRUNÚU colgadas del techo, balanceándose de cabeza y con su olor característico. 

No había sido otra cosa el sueño que habían tenido, habitarían en los sitios más lúgubres de JEPIRA, vivirían en las cuevas más hediondas, se alimentarían de sangre como sus parientes los vampiros y estarían condenadas a vivir colgadas de sus pies en la oscuridad.

Entre tanto, IRUNÚU creía realmente que había llegado al velorio del amigo muerto, pero estaba en la MANSIÓN DE LOS ESPÍRITUS (SUUMAIN YOLUJÁA).

Aquellos personajes a quién él creía sus amigos, no eran más que sirvientes de WANULUU, que habían adoptado la forma humana para engañarlo.

Las muchachas hermosas lo aclamaban, los hombres lo admiraban como el más valiente cazador de entonces. 

Allí estaban presentes todas las enfermedades y las pestes que ceñudas lo miraban. 

IRUNÚU, había perdido la noción de las cosas, los espíritus le habían anulado el entendimiento y le habían insuflado sus venenos.

Un hombre de distinguido porte le preguntó:

-¿Quién hizo vuestra vestidura, de tan ricos ornamentos, muchacho?

-Una bellísima muchacha de nombre WALEKER, que de noche las teje, -Respondió IRUNÚU.

Luego vino otro personaje y le preguntó.

-IRUNÚU, valiente cazador de las noches. Habéis acabado con los animales que habitan mis extensas posesiones: los bosques, los ríos, las montañas, las llanuras. Ahora deseo que a cambio de todo eso me deis a vuestra prometida para hacerla mi mujer. Quiero tener esos trajes maravillosos que solo ella sabe hacer. Decidme; ¿Dónde la puedo encontrar, para buscarla de inmediato?

-En mi casa, al cabo de tres noches, -Respondió IRUNÚU.

-Está bien, muchacho –Respondió el WANULUU.

-Dentro de tres noches iré por ella.

La mañana se acercaba, y los espíritus volvieron a sus tumbas, cuando IRUNÚU ya venía de vuelta de los antros pesarosos recobró el sentido.

A penas si recordaba sus palabras de aquella tremenda pesadilla.

Al llegar a su rancho, llamó a sus hermanas pero no estaban, sólo vio murciélagos que revoloteaban sobre su cabeza.

-Tengo hambre, donde estarán mis hermanas.

Cuando entró al rancho vio a tres enormes murciélagos que colgaban del techo, pero imaginó que pudieran ser sus hermanas.

Cansado de esperar, se acostó y durmió profundamente hasta la media noche.

WALEKER se puso a tejer se puso a tejer va su lado como toda las noches la hacía.

Cuál no sería la sorpresa de IRUNÚU es despertar al lado de su bella amada, que tejía y tejía incansablemente todas las cosas que sabía. 

IRUNÚU, contempló el cuerpo bellamente desnudo de la joven a través de sus claras vestiduras. Un deseo voluptuoso le hizo estremecer el cuerpo. 

-Conozco vuestra intención; no brindo mi pureza al capricho de lo falso y de lo impuro. Jamás podréis disfrutar de mi eterna juventud, como tampoco soportaréis la eterna falsedad de mi niñez.

Él, respondió entonces:

-Hermosa, ¿Por qué habéis envenenado mi corazón con vuestra falsa apariencia haciéndome ver encantos que no puedo disfrutar?

-Callad, no he mostrado mis encantos para tentar vuestra virilidad. Vine a enseñar el arte de tejer a quienes no lo saben. Quise sacrificar mis noches para enseñar a vuestras hermanas, pero las malvadas solo me hacían sufrir en vuestra ausencia. Sus palabras y tratos me endurecieron el alma.

Y continuó:

-Tejí para vos, todos los ornamentos de los que os preciáis pero os no cumplisteis vuestra palabra de guardar el secreto de mi vida; os lo habéis revelado a los malos Espíritus que habitan en JEPIRA. Os digo: Vos estáis tocado por los malos espíritus y habéis hecho un pacto con ellos para entregarme dentro de dos noches, pero desde ahora me perderéis para siempre, así como habéis perdido a vuestras hermanas, que por su maldad han sido convertidas en murciélagos.

-Aguardad, hermosa. Os suplico perdonéis mis imprudencias no lo hice en mi completo juicio, fue el veneno de los demonios lo que hizo sucumbir mi promesa.

WALEKER, lloró porque sentía afecto hacia aquel joven que tanto amaba.

IRUNÚU, la acarició con sus ojos y el fuego del amor le quemó su corazón.

Más, ella le dijo:

-IRUNÚU, tengo miedo de vuestras intenciones, soltadme, ved que la mañana se aproxima y después el día nos sorprende.

-No. Yo quiero la promesa de vuestro amor, aceptad mis requerimientos.

Pero WALEKER de un brusco movimiento se zafó de las manos de IRUNÚU y de un salto corrió hacia afuera.

IRUNÚU la persiguió.

La noche agonizaba tras la augusta claridad del alba que preceden las mañanas.

-Hermosa, doncella mía, venid!

Pero WALEKER iba tendida huyendo a través de la lejanía como un blanco crespón de nubes sobre la llanura.

Lloraba desesperada… IRUNÚU iba tras ella gritando: amada mía, esperadme!

Escuchad mis súplicas.

La fuga era desesperante, ella tenía miedo de aquel hombre bondadoso que la había amado como jamás se ama.

Cada vez, las voces de IRUNÚU se hacían débiles y más apagadas. Lloraba inconsolablemente. Sus lágrimas enceguecieron sus ojos.

-Hija mía, hija mía!

La muchacha, confusa, jadeante y llena de temor se internó en el monte.

IRUNÚU, tras ella casi desfallecía, de pronto la vio que trepaba sobre un árbol, y sin perder tiempo subió tras ella.

La doncella, hermosa como la flor de las tunas, subía y subía desesperadamente.

IRUNÚU, le gritó: -Cuidado hija mía! No subáis más detened vuestro ascenso, las débiles ramas del follaje no podrán sostener vuestro peso… Aguardad, os vais a caer!!!

La doncella no hacía caso, subía cada vez más, huyendo de su perseguidor. 

El joven entonces, haciendo un supremo esfuerzo, logró asirla por el manto, pero tan pronto agarró su vestidura, la delgada rama en la que posaba se quebró y la doncella cayó al suelo tras un grito desgarrador que estremeció los montes.

Un jirón de telaraña quedó en las manos de IRUNÚU.

La bella WALEKER se convirtió en araña y se perdió en el monte, sin que IRUNÚU la volviese a ver.

La primavera lloró aquella mañana su triste despedida. 

IRUNÚU, había quedado solo. Aquella pesadilla había dejado en su alma los escombros de un amor y las huellas lacerantes del dolor.

Cuando retornó a su rancho, guardó cuidadosamente todo los tejidos y los envió a una famosa KULAMI´A para que ésta la imitara y los enseñara a las mujeres de buen juicio.

Desde entonces los Guajiros conocieron el arte de tejer; maravillosos legado de WALEKER que en nuestro idioma significa araña. 

IRUNÚU, triste y desolado por su suerte se retiró a los montes y murió de tristeza en el mismo sitio donde encontró a WOKOLOONAT por primera vez.

Dicen los ancianos, que al morir, su corazón se convirtió en estrella y se estampó en el cielo, de donde siempre cae anunciando malos presagios.

Por tal motivo, cuando un Guajira ve una estrella fugaz, no puede señalarla, ni sorprenderse; porque es la exhalación de IRUNÚU, el joven cuya vida estuvo llena de sorpresas y fue un desgraciado que nació, cuando una estrella se desprendió en el cielo.


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Versión suministrada por:
JOSEFINA GONZALEZ IPUANA.

Natural de Jarara – Alta Guajira
Transcrito por: Macuira Tours S.A.S

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Contacto: reservas@macuiratours.com

Whatsap: 3104050879



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